El negocio de las camisetas y las botas de fútbol

Acaba de comenzar la nueva temporada de fútbol y ya nos enfrentamos al primer reto con nuestros hijos: “Papá quiero la camiseta de Ronaldo”. Cada año, los clubes de fútbol españoles ingresan en torno a 190 millones de euros por la venta de las camisetas de fútbol entre sus seguidores y, también cada año, los clubes renuevan sus camisetas aunque en ocasiones sólo se cambien pequeños detalles. En el caso concreto del FC Barcelona,  hemos visto todo tipo de combinaciones y diseños entre los clásicos colores blaugrana que lucen sus camisetas (las típicas franjas verticales, franjas verticales más estrechas, franjas horizontales, cuadrados…)

Pero ¿Es normal que el aficionado tenga que soportar este gasto cada año para seguir la moda de su equipo? Salvo que se produzca un cambio de patrocinador en el club, que evidentemente lleva a un cambio de diseño, no tendría por qué ser así. La situación se agrava, además, por el empeño que ponen también los clubes en promocionar sus segundas y terceras equipaciones en una voracidad comercial que parece no tener límites. El ejemplo más reciente lo encontramos en el partido de ida de la Supercopa de España que se celebró el pasado mes de agosto en el Camp Nou. El Real Madrid utilizó su tercera equipación sin motivo alguno (el blanco se distingue perfectamente del blaugrana) vistiendo de un color verde que en muchas ocasiones dificultaba enormemente saber qué jugador era de cada equipo.

El abuso de poner un escudo

¿Cómo es posible que una camiseta original sin serigrafías multiplique exponencialmente su precio cuando se le añaden los logos del equipo favorito? Este verano se hizo viral una imagen compartida por el usuario de twitter @nairdadrian7 en la que mostraba el precio de una camiseta de futbol Adidas  y la misma camiseta con el escudo del Cádiz y el logo de La Liga. La camiseta sin serografía costaba 9,24€ (sin rebajas serían 18,49€) mientras que la del Cádiz es de 69,95€.

La clasificación de cada equipo en La Liga no es determinante en el precio final de la venta de su camiseta aunque evidentemente algo sí que influye. Esta es la relación de precios de las camisetas de los equipos de La Liga :

A la vista de los precios, no es de extrañar que los aficionados acudan a métodos alternativos para adquirirlas, como son las múltiples páginas web que ofrecen réplicas de las camisetas de todos los equipos, o al “top manta” cuyos precios no suelen sobrepasar los 20€.

El efecto del marketing inverso en las botas de fútbol

Quiero ser como… Este fenómeno que se produce en miles de niños (y adultos) está incluido dentro de lo que se denomina como marketing inverso y consiste en que el cliente busca a la empresa en lugar de al contrario. En esta línea, está demostrado que el cine, la televisión y las redes sociales son los mejores escaparates para promocionar un producto e incluso para crearlo y, por ello, el deporte como elemento socio-cultural atractivo y omnipresente en todas estas plataformas, juega un papel muy importante en esta dinámica.

En la totalidad de los deportes que se practican de forma más o menos masiva, las grandes marcas utilizan a los mejores deportistas como embajadores para promocionar sus productos bajo este fenómeno. Los niños que juegan al tenis quieren la raqueta de Rafa Nadal, los esquiadores las tablas de sus ídolos… y, por supuesto, los pequeños futbolistas anhelan las botas de futbol de Cristiano Ronaldo o Messi, por ejemplo.

El timo de las botas de Ronaldo y Messi

Lo que hace cuestionable esta técnica de marketing es que, en realidad, las botas fútbol que compramos para nuestros hijos no tienen nada que ver con las que calzan sus ídolos más allá del puro diseño exterior, es decir, se trata de productos ficticios. No me atrevo a llamarlo fraude, pero además esta sobrexplotación de la imagen de los ídolos deportivos alcanza su máxima expresión cuando vemos que tanto Cristiano como Messi cambian el diseño de sus botas una o dos veces cada temporada, con lo que el periodo de vigencia de cada modelo se limita a tres o cuatro meses como mucho.