Las ‘asignaturas pendientes’ de los padres que sus hijos les enseñan

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niños enseñando a padres

Los padres y familiares cercanos a los peques son la mejor guía en su aprendizaje, pero debemos abrir la mente para que ellos nos den sus lecciones. Muchas valen la pena y todas llevan a que los adultos aprendamos algo que ‘perdimos’ por el camino o que no nos atrevimos a hacer; desde actitudes a actividades de ocio.

Valiosas enseñanzas emocionales

Vivir el momento

Los mayores pasamos la mayor parte de la vida rememorando el pasado o preocupados por el futuro: ¿irá bien el trabajo?, ¿tendré suficiente dinero…? Si volvemos la mirada hacia niños y niñas, vemos que ellos viven el aquí y el ahora, enseñándonos que el tiempo es oro y que el pasado y el futuro no existen a día de hoy. Saben que hay que disfrutar de lo que nos ocurre en el momento. Si juegan, lo hacen con enorme diversión, o si tienen una duda, la preguntan. Afrontan con una actitud de apertura las cosas buenas y malas que les suceden, lo que les permite disfrutar de las situaciones y ser conscientes. Ellos siempre están presentes en sus emociones y pensamientos con conciencia plena.

Decir lo que piensas

Según pasa el tiempo tendemos a acumular prejuicios y más prejuicios en nuestro interior: que si está feo gritar o reír a pleno pulmón, o que si expresamos lo que queremos a cualquier persona le puede sentar mal… Son solo unos ejemplos de los miles que hay. Los peques, no; ellos y ellas hacen uso de la espontaneidad y expresan lo que sienten sin filtros. ¿Cuántas veces nos han hecho reír con sus ocurrencias? Los mayores deberíamos comunicarnos más sincera y abiertamente con nuestros semejantes y, además de conseguir un mayor bienestar emocional, seguro que el mundo iría bastante mejor.

Obviar el rencor

Niños y niñas, especialmente cuando son muy pequeños, se enfadan o enrabietan, pero, casi al instante, perdonan y olvidan. Sienten de forma natural que a la única persona a la que el rencor hace daño es a uno mismo. Es algo que los mayores no solemos poner en práctica y somos capaces de pasarnos años sin dirigirle la palabra a alguien o recordando la ofensa que consideramos nos hizo una persona… Llegamos hasta el punto de perder buenas amistades por nimiedades en lugar de optar por continuar pasando buenos y valiosos momentos juntos. Los peques, sin embargo, pueden discutir, pelearse o enfadarse porque algo no les ha salido como esperaban, pero superan rápidamente las derrotas.

Ser auténticos

El miedo a hacer el ridículo es algo que, salvo raras excepciones, los adultos solemos tener muy enraizado. En innumerables ocasiones no saltamos de alegría, cantamos o nos vestimos con lo que nos gustaría para salir a la calle debido al ‘qué dirán’. Por lo general, a los peques les das un micrófono y cantan para pasárselo en grande, o juegan a disfrazarse con sus amigos en cualquier lugar y con lo primero que encuentran a mano. Ellos se atreven a todo y dejan la vergüenza a un lado con tal de disfrutar de la vida a tope. Deberíamos aprender de ellos que hemos venido a este mundo para ser felices y hacer felices a los demás.

Actividades muy beneficiosas

  • Fundirse con la naturaleza. Nada más gozoso para cualquier niño o niña que ir de excursión a un paraje natural, ya sea playa o montaña. Son espacios donde poder saltar, correr y moverse libremente y, por eso, al momento están explorando el entorno y los animales y plantas que habitan en él. Les encantan todos los seres vivos y descubrir el mundo a través de ellos, ya que la naturaleza les brinda infinitas posibilidades de observación. Los mayores debemos educar a los peques para que respeten el medioambiente, pero ellos nos enseñan a contemplar y sentir la naturaleza en todo su esplendor. Si lo hacemos, mantendremos una mejor salud física y mental, porque estar en contacto con ella hace que recarguemos energía y nos relajemos.
enseñanzas mientras juegan
  • Manejar la tecnología y los videojuegos. A veces nos da pereza usar algún tipo de dispositivo, o sólo sabemos hacer lo necesario para desarrollar nuestro trabajo. Los peques no sienten temor a enfrentarse a cualquier dispositivo o plataforma porque están acostumbrados a la constante y rápida evolución de la tecnología. Ellos son curiosos, impacientes y muy versátiles en este aspecto. Y deberíamos prestarles más atención porque nos enseñarían mucho. Si los mayores nos sentáramos a jugar a su videojuego preferido, por ejemplo, aprenderíamos a dejar volar juntos la imaginación. Los peques, sin duda, pueden ayudar a los mayores a informarse y a actualizarse si es necesario y, aprovechando la coyuntura, navegando juntos podremos controlar cómo y de qué manera juegan, a la vez que controlarles los tiempos de exposición, orientarles sobre los riesgos que conlleva el abuso y establecer normas de uso.
  • Jugar y ‘hacer deporte’. Dicen que, por ejemplo, montar en bici nunca se olvida. Sin embargo, hay casos en los que los mayores nunca aprendimos, o pensamos que ya no nos corresponden determinadas actividades por nuestra edad. Los peques son flexibles, activos y su energía les lleva a coger el tranquillo muy rápidamente a bicicletas, patinetes eléctricos o no, tablas de surf o bodyboard, patines, balones, palas… Los peques pueden enseñar a los mayores (y lo harán con gusto) a manejar cualquiera de estos ‘artefactos’, siempre y cuando nos dejemos y apelemos a la paciencia de los chiquillos. Además de compartir diversión y excelentes momentos a su lado, conseguiremos abandonar por un rato el sedentarismo.