La aventura del jardín

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Llega un nuevo fin de semana y un nuevo reto para compartir aventuras con mi hija Sandra. El listón está muy alto y las salidas a la montaña, el mar, parques de atracciones, cines y otros lugares espectaculares no se pueden hacer siempre por diferentes motivos que no merece la pena señalar, por lo obvio.

Nuestra aventura comienza hace 14 años cuando compré mi casa sobre plano, un chalet pareado en las afueras de Madrid. El constructor me ofreció un precio con jardín incluido y otro sin él. Después de sopesar la diferencia de precio, elegí la opción más barata, dado que siempre pensé que el jardín de una persona es uno de los espejos más representativos del alma, desde que leí “Bomarzo” de Manuel Mújica Laínez. Sobra decir que el constructor me lo hizo pagar caro dejando una gran escombrera inclinada y sin escalera de acceso al nivel inferior (unos cuatro metros).

Así mientras mis vecinos solaban y cementaban sus parcelas, yo me embarqué en esta gran aventura, haciendo partícipe a mi hija desde una edad muy temprana. Hoy tiene ocho años y este fin de semana nos toca construir juntos una nueva zona de nuestro pequeño mundo mágico. Escucho sus propuestas de mejoras, que me permiten modificar y no someterme a ideas preconcebidas  «¡Papá por aquí podríamos hacer un camino para jugar al escondite con mis amigas!»

Recogemos piedras planas de pedernal y junto con su vecina de la misma edad pintan diferentes motivos (peces, tortugas, etc…) con pinturas especiales para piedra. Al ser un terreno arcilloso se puede trabajar muy bien cuándo está húmedo y dar forma a la escalera, las terrazas con flores y otras plantas aromáticas como el romero, el tomillo. Todo se va dando forma poco a poco, y se va convirtiendo en un espacio maravilloso. Alrededor de los árboles, como por ejemplo un madroño (de cuyos frutos preparo un licor exquisito tan típico de Madrid), hemos hecho un muro circular de tierra que recubriremos de una capa de hormigón en masa en la que colocaremos las piedras planas pintadas por las niñas. Ahora tendremos una zona de asiento para descansar y disfrutar de los aromas de las flores, el vuelo de las mariposas y una gran variedad de pájaros que han elegido nuestro jardín cómo lugar de juegos. Mientras mi hija trabaja totalmente implicada en nuestro proyecto, no puedo dejar de observar su cara mezcla de concentración, felicidad y orgullo.

Resulta sorprendente como se puede acercar la naturaleza a nuestra propia casa y comprobar que los niños aprenden a valorar las plantas y los pequeños animalitos que conforman estos micro ecosistemas que sin duda ayudarán granito a granito a aliviar el mundo de cemento armado que estamos construyendo.

Me duele la espalda, he estado toda la semana recogiendo material arcilloso de los alrededores, ya que el movimiento de tierra de la parcela no podía aportar más. Estos trabajos son duros para los niños y solo me queda el recurso de invitar a mis amigos para ayudarme con la excusa de un reparto de herencia en vida…, es importante aprovisionarme de buen vino y preparar una caldereta de rape con marisco para no perderlos para siempre y sobre todo no faltar a mi palabra…