¿Qué es mejor ir con uniforme escolar o con ropa de calle al ‘cole’?

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uniforme escolar

Ya ha empezado el colegio, y con bronca entre diferentes instituciones, centros educativos, partidos políticos y padres. Un artículo reciente firmado por Miguel Ángel Belloso en el diario digital Voz Populi en el que astutamente asocia la utilización del chándal y sus consecuencias en la economía de un país, me ha recordado otro debate (que no tiene nada que ver con el Covid) que se origina siempre que empieza el curso escolar. ¿Uniforme escolar o ropa de calle para ir al colegio?

No voy a ser tan hiperbólico como Belloso que en su columna llega a decir «el máximo deterioro de una nación se alcanza cuando los hijos vuelven de la escuela y encuentran a su padre en chándal y en el sofá viendo la televisión». Aunque, siempre con sentido del humor, da color al artículo argumentando la falta de lógica de ir con una prenda para hacer deporte sin hacerlo. Estoy de acuerdo.

¿Que pensariais de alguien vestido de karateka, torero o astronauta, por la calle? Un freaky, claro. Su razonamiento es más profundo y acaba por asociar la inadecuada utilización de esta prenda con el desánimo, el conformismo y como resultado final una resignación vital a la obtención de algún tipo de ingreso subvencionado -ya sea cobrar el paro, el Erte o la famosa futura ‘paguita’ de Iglesias, y que complementado con una chapuza permita malvivir y abonarse a la pobreza.

Desde luego el ejemplo del PER andaluz ilustra a la perfección este razonamiento. Recuerdo la vergüenza que pasó un amigo que se había comprado una finca mediana en Córdoba con olivos. Fue al bar del pueblo y preguntó a los parroquianos si alguien estaba interesado en trabajar en la recolección de sus aceitunas. La respuesta no fue otra que una sonora carcajada y un comentario unánime. «Hombre, no, que perdemos el PER. Eso pídeselo a los moros».

El uniforme escolar atenúa las desigualdades sociales

Valga esta introducción para ceñirme a la pregunta que me hago en el titular. Ciertamente estoy preocupado. Mi hija adolescente ha cambiado de centro educativo y ya no vestirá uniforme. Hasta la fecha, salía todas las mañanas a su hora pulcra y bien vestida. Polo blanco, jersey de pico granate con el escudo del colegio, falda escocesa azul (siempre más corta de lo deseable, eso sí), medias del mismo color y zapatos ‘castellanos’ negros. Como complementos una goma más o menos sofisticada, el pelo recogido de forma práctica en una coleta y las cuatrocientas pulseras que ahora se ponen las niñas. Los chicos también estupendamente, con el único cambio de pantalones grises, cortos para los peques y largos para los más mayores.

Muy cerca de su cole hay otro que no exige uniforme. Las niñas llevan shorts vaqueros , tops, mallas, leggins, sudaderas, vamos como van cuando salen a dar una vuelta con sus amigas; pero curiosamente percibo más rímel y maquillaje en las que visten de calle. Para mi gusto un poco ‘chonis’, pero me imagino que será la culpa de ir cumpliendo años. Los chicos van con su otro uniforme, chándal, zapatillas de marca y un corte de pelo hortera tipo futbolista ¡Por dios Ronaldo y compañía, que habéis hecho con nuestros chavales!

Las ventajas objetivas del uniforme escolar son claras. Ahorra tiempo por la mañana y los padres evitan una tediosa y repetitiva negociación de cómo deben salir vestidos. Puede llegar a ser irritante. Pero además evita desigualdades. Se hará menos patente aquellos que no pueden vestir con las marcas de moda. Recuerdo que cuando hice el servicio militar (éramos de toda España y de todas las clases sociales) a muchos de mis compañeros les decía con buena voluntad cuando salíamos de paseo «hazme caso, estás mucho mejor con el uniforme que cuando te vistes de calle».

uniforme colegio

Al margen de estas consideraciones, hay algún informe que apunta que el uniforme es más barato (unos 300 €) frente a los gastos excepcionales de ir vestidos todo el año de calle (550€). Supongo que esto es muy relativo, de la capacidad adquisitiva de una familia y de lo que crezcan los niños. No suele ser necesario cambiar el uniforme completo cada año. Otros pedagogos resaltan que identifica al alumno con el centro donde estudia y que esto fomenta el compañerismo y el trabajo en equipo.

Los detractores se limitan a reflejar que el uniforme resta individualismo (vale, entonces que no jueguen al fútbol o deportes de equipo tampoco) y que es sexista eso de que las chicas lleven falda y los chicos pantalones. Personalmente me parece una chorrada. Solo faltaría que ahora los niños tuvieran la elección de vestirse con falda en el colegio.

Ellas presumidas, ellos en Babia

Pero aparte de estas clásicas disquisiciones, lo que verdaderamente me preocupa es que no llevar uniforme puede distraer del objetivo principal de una escuela: aprender, educarse. Que las niñas, especialmente las adolescentes –cuando van a la universidad se les pasa-, estén obsesionadas por estar monísimas en todo momento o que los chavales solo piensen en sus zapatillas deseadas, y en la posible frustración de los que no las pueden obtener, pueda ser un obstáculo más para aquellos que ni son los más aplicados, ni los más estudiosos.

Los alumnos brillantes no tendrán ningún problema, eso seguro. Pero los que están un peldaño por debajo y que piensan que algún día serán Messi o una influencer top, que sepan que casi nadie lo consigue. Muchos de estos quizás no aprovecharán la educación que les brindan en los colegios.

Me dan envidia los ingleses, la verdad. Allí, en todos los centros educativos -públicos y privados- los escolares van con uniforme. Es difícil saber su condición social a primera vista y creo que eso es bueno. En Madrid, por ejemplo, solo en el 20 % de los colegios públicos es obligatorio.

En cualquier caso, vayan como vayan a a la escuela, solo espero que cuando los menores vuelvan a su casa no vean a su padre tirado en el sofá en chándal, sin afeitar, bebiendo una cerveza y viendo teledeporte.